El problema presente de esta falta de identidad es no admitir que somos un territorio con una cultura bastante diversa; ello es apostar a la desaparición de una educación positiva en la toma de conciencia de lo cual significa ser un habitante; es limitarse a una cultura superficial donde el “pura vida” nos hace indiferentes a nuestras propias realidades más urgentes o la carencia de interés por hacer de nuestra Patria, a pesar de la gran predominación extranjera, un territorio con sello propio y no una imitación mediocre de otras civilizaciones. Por esto, el primer acto de festividad referente, de manera directa, con nuestra Patria, tales como el Día de la Anexión del Partido de Nicoya, ha de ser el de poner, en nuestra memoria colectiva, la pregunta imprescindible de ¿qué es y cómo asumimos nuestra identidad? Puesto que la identidad no debería ser solo limitarse a recursos externos como los bailes, el izar la bandera, los desfiles o los cantos patrióticos, menos ideas superficiales como que es un rasgo del tico llegar constantemente tarde o que somos “vagabundos”, pues realmente estas propiedades no son para sentirse orgullosos… La identidad pide un estudio más estricto y conciente de nuestra esencia. Nuestra identidad involucra cuestionarnos ¿quiénes somos?…, ¿qué representamos para el mundo?…, ¿qué tanto de nuestra historia conocemos?…, ¿quiénes conformaron nuestras propias raíces?…, ¿qué nos distingue de los demás?…, si nos sentimos orgullosos de ser costarricenses…, al fin y al cabo, urge replantearse si estamos realmente consolidando una sociedad donde se respeta una cultura múltiple, con expresión de su pluralidad y independencia. Puesto que en el tamaño en que nos sintamos parte de nuestra cultura y involucrados con ella, en que seamos dueños de nuestras propias grandezas históricas y que le demos vigencia a un pasado forjador de nuestro presente y futuro, podríamos acercarnos a una identidad nacional sólida, ¡con sello propio!
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